jueves, 26 de febrero de 2009

Constancia

La he añorado, sobre todo la emocional. Y la he detestado. También he roto con ella. Un día rompí con ella, rompí conmigo. Rompí con lo que era, o más bien con lo que quería o querían que fuera. Hoy no sé exactamente qué soy, sé quién soy y sé lo que quiero y cómo lo quiero.

Es duro. 

Es duro cambiar.

Es duro romper con la dependencia y depender. Es duro volver a empezar. Echar de menos, echar de más. La dependencia ata, la dependencia nos ancla el corazón a un puerto. Y en los puertos el mar no está bravo, La marea sube, baja. Las mareas son monótonas, pero a la vez nos desgastan .

Es, entonces, el corazón el que nos azota bruscamente.

El mar, el viento, el corazón… 

que más da, llámalo cómo quieras 

pero siempre hay que luchar contra alguno de ellos, Capitana. 

¿Tranquilidad aparente, entonces?

 He vivido, a calzador, en  la rutina emocional. Sin embargo, nunca he sido constante, ni capaz de hacer, ver, sentir siempre lo mismo. Voy a clase, nunca al  mismo paso, nunca al mismo ritmo y cuando puedo cambio el recorrido. Me pone nerviosa encontrarme todos los días con la misma gente. Termino memorizándome su ropa… creo que podría aproximar la hora a la que han salido de casa, si van tarde o hoy van sobrados de tiempo… por los andares, por los tempos, por el ritmo…

Y no quiero entender de ritmos, ni de tiempos, ni de zapatos, ni de pasos, ni de caminos, ni de callejones sin salida... nada de eso es necesario para entender que, basta una misma y un mar por delante para nadar, y nadar, y nadar, y nadar, y nadar ...

lunes, 9 de febrero de 2009

Que alguien le quite el polvo a la biblioteca y al bibliotecario porque así no se puede estudiar.

Ha sido un día de estos que desde que empiezan apetece parar el mundo, bajarse y patear para que llegue mañana. He salido de casa corriendo y sin desayunar, previa ducha con agua fría. Es decir, perfecto. No hay mejor manera de empezar el día. Mediano y sándwich de esosquesoncomovegetales pero nollevanatúnynotienenlechuga. En cuanto digo sand… el camarero ya está en la barra, porque siempre le pido lo mismo, así es la rutina. Y así me quedo yo, con el vegetal, el atún y la lechuga en la punta de la lengua. A partir de mañana, chispita, voy a llamarlos Chispita.

Me he leído El País. Porque la Nueva, el Comercio y el Marca los tiene siempre acaparados, la señora que lee todos los días El mundo deportivo. Me he fumado un cigarro y las ganas de estudiar. He ido a tomarnos el café, aclarado la garganta y vuelto a estudiar.

Para cuando había vuelto, ya había llegado Ella. Con toda su presencia. Es una mujer entrada en años, super seria y con ademanes de maja. Siempre se sienta cerca y mira, remira y vuelve a mirar. Me pone un tanto nerviosa y me pongo a pensar que igual conozco a sus hijas… La mañana se termina con unas cuantas cordialidades más, un par de sonrisas forzadas y un “que ganas tengo de conocerte pero no me atrevo ni a mirarte”.

A la tarde un poco más de lo mismo, pero tampoco demasiado. He estado con N, es una de esas personas, que SIEMPRE te sorprende y nunca sabes por dónde te va a salir. Siempre he pensado que era un niño atrapado en un cuerpo de hombre. 

He pensado en comprarle gogos a J, pero acto reflejo me he dado cuenta de que esta mañana he terminado el desodorante. No tenía más suelto, ni tiempo porque S me esperaba ya, para subirnos a casa.

viernes, 6 de febrero de 2009

¿Has estado alguna vez en la luna?


¿Por qué no miraremos más a menudo el cielo?

martes, 3 de febrero de 2009

Mi padre escuchaba a Perales. Recuerdo, como si se tratase de ayer mismo, las tardes de domingo cuando volvíamos a casa desde pueblo. De aquella no había autopista. El viaje se hacía eterno, por lo menos, por lo menos de una hora. Había que subir la Campa, ahora hay autopista y se atraviesa. Recuerdo que siempre me sentaba en el asiento de la izquierda, porque a la vuelta, desde la derecha se veía el precipicio y me daba miedo. Escuchábamos la radio, la radio o a Perales, cuando no pillábamos la emisora. Porque para llegar al pueblo había que dar muchas curvas. Ahora se va todo recto.

Recuerdo, a mi padre cantando. Con la voz de hombre interesante que pone, cuando canta. Recuerdo sus letras. Sobre todo aquella del Velero llamado libertad. Hablaba de despedidas. Hablaba de marcharse con lo puesto. De recorrer el mundo con lo puesto. De navegar. De mirar al cielo. De buscar formas diferentes de vivir. Hablaba de libertades. 

Han pasado años, y aunque ya he dicho, que lo recuerdo como si fuera ayer, me encantaría que ayer hubiera sido el día en que, ese mismo que cantaba a las libertades, que se iba con lo puesto, se quitara la corbata y le diera al "rewind" y al "play".

¿Cómo saber en qué momento dejamos de ser lo que fuimos?