viernes, 16 de julio de 2010

Iba a actualizar con un poema de Bukowski.

Estoy a falta de dos días para poner a cero la cuenta de horas de sueño que me debo y vaciar la cabeza del todo; y no quiero pensar en más allá del lunes porque me pongo de un nervioso y de un tonto que no me aguanto. Sólo sé que voy a ir al examen con el bikini puesto, en chanclas y la toalla al hombro. Chula que es una. Y el miércoles en la entrevista… si se pone el destino caprichoso: de inglés poco but everything´ll be okay. (que ya lo cantaba Bruce y nunca me lo había terminado de creer del todo).

sábado, 10 de julio de 2010

Hirundo Rústica es la golondrina común



Como para la mayoría de las cosas, hay una explicación empírica para la sucesión de las estaciones. Hay una ecuación, un número, una tautología... que lo demuestra. Me gustaría ser un poco más fenológica... olvidar los calendarios y las tablas de verdad y aprender a ver únicamente el paso de las mismas en la naturaleza, en las flores, en los sentimientos y en la cara de las personas. Quizás así, no vuelva a pedir fresas a la frutera fuera de temporada:

"Hace un mes y medio que no tengo, no estamos en temporada".
Y contestarle:
"¡Venga ya!... ¡mira qué sonrisa! no me engañes, si se te ve en la cara".

Así, y dejar de lado los equinocios, los solsticios... no darle importancia al día que marca el calendario o si encima del jerolo de Minerva Piquero hay un sol o una nube amenazando tempestades. Que sean sólo tempestades las que amenazan luego tregua encima de tu cama.

Hiparco de Nicea supo dilucidar la conveniencia entre seguir un año trópico o un año sideral, justificando una diferencia de 1 hora, 6 minutos y 15 segundos entre ambos y basándose en la armonicidad de las estaciones... pero no tenía ni puta zorra idea de la vida. ¡Si no pueden ser armónicas!, y ésto lo tengo yo comprobado... que te he tenido encima a cuatro estaciones de distancia y me daba igual que fuera la una, que las dos, que las tres, que las siete de la mañana... yo creo que Hiparco, centrado en empecinado en colocar estrellas en el cielo, nunca pudo comprobarlo.

Cuatro estaciones. Y te prometo que le doy importancia cero, a si el sol se ha proyectado en primavera por Aries o por Piscis... a mi lo que me gusta, es que se cuele por la persiana y se proyecte sólo en tu cara. Me trae sin cuidado la precesión de los equionocios porque te voy a dejar dormir todo el tiempo que te de la gana. Y mirarte mucho a los ojos... encontrar-te las estrellas que perdieron el rumbo en tu mirada en su ascensión recta al cielo. Como yo que me perdí. Y declinarlas al gusto. Y devolverlas una a una al cielo. Al cielo o a dónde les de la gana. Y a ti. O volver a esconderlas debajo de la cama para tener excusa para mañana.


lunes, 5 de julio de 2010

Italia, 1972. Bernardo Bertolucci

Y hoy no se si regresé al bar o soñé que había regresado.O si nunca existió tal noche o no debería haber existido: ni tú, ni la noche, ni mi patizambismo para sortear copazos sobre la barra. Es lo que tiene 1972, que me pilla lejos y nosotros, que somos demasiado jóvenes. Tampoco se italiano. Ni bailar tango. Ni tu nombre. Ni me reconozco en este atrevimiento mío. Disculpa por no saber tu nombre, ¿eso ya te lo dije?. El alcohol se usa para olvidar y tampoco he tenido tiempo a memorizar el tuyo. Disculpa de nuevo. ¿te llamabas...?



- Escucha,... quiero que nos miremos uno al otro...
- Si.
- Es bonito no saber nada el uno del otro.
- Si.
- Tú no tienes nombre y yo tampoco tengo nombre. No hay nombres. Aquí no tenemos nombre.
- ¿Estás loco?.
- Es posible que lo esté pero no quiero saber nada de ti. No quiero saber dónde vives, ni de dónde eres. No quiero saber absolutamente nada de nada. ¿Me has comprendido?
- Me asustas.
- Nada. Tú y yo nos encontraremos aquí sin saber nada de lo que nos ocurra fuera, ¿de acuerdo?.
- Pero, ¿por qué?.
- Pues porque…aquí no hace falta saber nombre, no es necesario. ¿No lo comprendes? Venimos a olvidar, a olvidar todas las cosas, absolutamente todas. Olvidaremos a las personas, lo que sabemos, todo lo que hemos hecho. Vamos a olvidar dónde vivimos, olvidarlo todo.
- Yo no podré, ¿tú si?
- No lo se.
- ¿Tienes miedo?
- No.

"Last tango in Paris"

viernes, 2 de julio de 2010

Mañana hace tres años

Que embarcamos en un vuelo con destino a la vida.

Revolviendo hoy entre cajones me encontré un cuaderno de viaje. Es un cuaderno verde, de ahí, el nuevo look de la cosa ésta. Digo, es una pequeña bitácora de viaje… en realidad, sólo hizo dos viajes conmigo. Pero hizo dos viajes de verdad, dos viajes con destino y rumbo directo a la vida. De uno, hace mañana tres años… del otro, falta un poquito más, pero me chiva el blog, que llegado el momento se teñirá de azul.

No es nada del otro mundo. Hay una especie de maraña de biografías breves… Cayo Julio César, Agustina de Aragón… algún que otro significado etimológico, una brevísima historia de la política Nicaragüense, unas pequeñas notas sobre la teología de la Liberación y apuntes de una salida de Campo. Me pregunto por la capacidad heredada para mezclar cosas tan dispares.

Soy una especie de desastre organizativo además de discapacitada social hecha así por la vida; así que, entre todas esas notas escritas con mala letra, sin demasiado orden… supongo que porque tampoco tenían mucha importancia. El caso, es que entre tanto garabateo y cosa estúpida, literatura mala y abigarrada, aparece intercalada, incluso encabezada la página con fecha, lugar y numerado el día, una letra cursiva y bien cuidada. De literatura anda floja, pero cuenta, emana y sobre todo transmite vida. Es el recuerdo del viaje. El documento que refleja lo poco que duran de hecho y lo mucho que suscitan cuando pasado el tiempo, eres capaz de volver a tener las mismas imágenes en la retina.

En ese momento, me he acordado de ti y sin pensarlo dos veces he cogido el móvil:

"No soy de efemérides pero mañana nos merecemos un Flor de Caña".