domingo, 3 de octubre de 2010

Le cadavre exquis boira du nouveau vin

Desafiar al surrealismo no es algo de hacer todos los días y lo hicimos anoche en un éxtasis creativo, al aliento de una farola que exhalaba su trémulo haz de luz sobre cada una de las ideas que estallan intentando zafarse de la lógica y la sinapsis que las encierran en la cabeza, cúpula enmarmolada de imágenes huecas.

Y beberme aquí hoy esta noche contigo, frente a la catedral iluminada de luz blanca, llamarada de cenizas pálidas, secas y apagadas, estática y fría como corazón enquistado sentado sobre el mármol a la espera de ser partícipe de una vida anodina. Y percibirla hoy de otra manera, la catedral y la vida, como vestida de fiesta para nosotros. Distinta. Más guapa.

Caminar y sentir que todo merece tanto la pena y que nada es realmente tan importante como para esconderse de uno mismo o buscar más de lo necesario para vivir, sin escapar de la realidad engendrada, o lo que algunos llaman destino. Tomar de nuevo la copa con alevosía y descaro, a sabiendas de que la luna no está del todo de acuerdo con esta serenidad nuestra y con el modo en que hemos decidido emborrachar la noche suya. Hacerse poeta por encargo, dejar de lado los fantasmas de la racionalidad, darse cuenta de que el poema tiene sentido, de que los engranajes engranan, de que las piezas encajan y de que la vida, a veces, funciona.

Y pedirse una copa más para salir corriendo detrás del dorado o caminando rápido porque no todos los tesoros naufragaron con barcos fantasmas de piratas bobos. Destapar el nuestro. Sacarse brillo. Ser y utilizarse como moneda de cambio, sin vender el alma al diablo, sin sentir miedo de uno, sin temer el propio ruido y llorar sólo en las noches con truenos de tormentas de verano.

1 comentario:

  1. Tu prosa o tu presencia son como el tiempo en un buen vino. Brindo por ambas

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